EL DIARIO DE CARLA DIORO – CAPITULO 9

30 marzo




El fin de semana había comenzado raro para Carla y no había terminado mucho mejor. El domingo Carla había amanecido melancólica, con muchos viejos recuerdos rondándole. Imaginó que distraerse viendo alguna película le haría sentirse algo mejor. Después de un atracón a comedias románticas, terminó viendo tragedias. Sin darse cuenta, entre un mar de lágrimas, el sueño fue poco a poco apoderándose de ella.
A la mañana siguiente amaneció hinchada, como era de esperarse. Pero tenía el ánimo un poco mejor. Siguió rigurosamente su rutina diaria. Lucía hoy había tenido problemas para comprender la obra de teatro que estaban leyendo entre todos, así que le propuso dar clases extra por la tarde para leerla juntas y explicárselo más detenidamente.

Lunes, 30 de marzo de 2020
Querida Ana,
Ayer no te escribí, no tenía el ánimo de ello. Recordé a Óscar. También recordé todos y cada uno de los domingos que pasamos juntos. Creí, erróneamente, que sería una buena idea atiborrarme de comedias románticas que me distrajeran la mente. Digo que lo creí erróneamente, porque ayer fue el día de las comedias románticas que terminaron en tragedias (cinematográficas, no me mal interpretes).
Mientras miraba aquellas películas. Mientras miraba aquellas parejas perfectas, juntas, felices, sorteando cualquier obstáculo para estar juntos. Esas historias de amor con las que todos soñamos, con las que nos generan el deseo de soñar. Pensé en lo bonito que sería pasar estos momentos acompañada de alguien o, mejor dicho, acompañada de él. Supongo que tu me entenderás, porque a pesar de tu juventud, tú también conociste el amor. Ese sentimiento que nos enseña a soñar a ratos.
Este confinamiento pareciera una ruptura nivel global. Una ruptura con nuestras rutinas destructivas, con todo aquello a lo que dañábamos, aquello que ahora anhelamos y no podemos disfrutar. Una ruptura con todo aquello que nos dañaba, aun sin saberlo nosotros mismos. Ahora, el mundo comienza a estar lleno de seres que se atreven a soñar y a desear de nuevo, como los niños que alguna vez, no hace tanto, fueron.
Ojalá este virus se llevara consigo esas vidas autómatas que teníamos. Ojalá no sea sólo un somnífero temporal con fecha de caducidad. Ojalá la gente deje de comenzar sus sueños con <<cuando todo esto termine…>> y lo cambien por un <<cuando todo de comienzo…>>. Eso significaría que el mundo ha aprendido algo.
Hasta mañana, 
Carla Dioro.

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