EL DIARIO DE CARLA DIORO – CAPITULO 5

25 marzo




El día se había abierto más soleado que los últimos días y el humor de Carla había mejorado. Como todas las mañanas, dio sus clases por teléfono en la terraza, pues había decidido aprovechar los rayos de sol que últimamente escaseaban. Tras finalizar las clases decidió que sería una buena idea leer un rato para relajarse, así que fue a por el libro que se estaba leyendo. Sólo llevaba media hora de lectura cuando su teléfono comenzó a sonar <<AA Mamá>>. Contestó.
—Mamá ¡buenos días!
—Carla cariño ¿qué tal estás? ¿te encuentras bien?
—Sí mamá, estoy perfectamente bien. No te preocupes. Por allí ¿qué tal todo? ¿cómo está papá?
—Pues agotado cariño, ya lo sabes.
—Y ¿se encuentra bien? ¿verdad?
—Sí, todo bien. Tú cuídate y no te preocupes por nosotros que estamos bien. ¿Qué andabas haciendo?
—Estaba leyendo un libro, aprovechando hoy que hace solecito, ¿y tú?
—Pues aquí, como siempre. Estoy terminando la comida para comer en cuanto llegue tu padre.
—Muy bien. ¿Has hablado con Clara?
—Sí, ayer. Dijo que ella y las nenas están bien, pero que no contesta a veces porque con las nenas no para en todo el día…
—Entiendo… ¿y qué vais a comer?
—Pues estoy haciendo unas carcamusas, que se le antojaron ayer a tu padre. ¡Bueno! ¡Ya sabía yo! Oye te dejo que al final con la tontuna se me quema.
—Vale. ¡Oye!
—Dime.
—Que te quiero mucho. Y a papá también, dale un beso fuerte cuando llegue, y otro para ti.
—Si cariño, de tu parte. Yo también te quiero ¡y cuídate!
—¡Sí! Adiós.
—Adiós cariño… adiós, adiós…
Desde que Carla se mudó hablaba a diario con su madre y su padre. Escuchar sus voces a diario le reconfortaba. Tenía la sensación de no haberse ido de casa. Con su hermana Clara hablaba menos, siempre estaba ocupada entre el trabajo y las niñas, pero igual la llamaba mínimo un par de veces por semana.
Hablar con su madre le había dejado la necesidad de seguir hablando con alguien. Su padre no era una opción viable, estaba trabajando. A su hermana era mejor llamarla de noche, cuando las niñas ya estaban más relajadas o incluso dormidas. << ¿Con quién hablar?>> pensó.

Miércoles, 25 de marzo de 2020
Querida Ana,
Hoy me he levantado como el tiempo, soleado. Aunque si es verdad que cada dos por tres la melancolía llama a mi puerta. Echo de menos a mis padres, su cercanía, su contacto. Los abrazos y besos de la gente que me importa. Mi hermana, mis sobrinas, mis amigas y amigos que dejé en Albacete…
Clara, mi hermana melliza, siempre me decía que no aguantaría vivir sola con mi manera de ser. Que necesito un abrazo como el oxigeno para vivir. La verdad, es que estoy empezando a pensar que tiene razón, pero tú no le cuentes nada que luego se crece.
Cuando podíamos salir y relacionarnos, mis niños cubrían a diario esa necesidad de contacto y de cariño. Pero claro, ahora encerrados, sólo tengo a Gollum. Y el ya está cansado de mí.
Gollum es un gato esfinge que me encontré abandonado en Albacete justo antes de mudarme. No sé si conozcas o no la raza, pero por si no, te comento que es un tipo de gato que no tiene pelo, característicos de Egipto. Gollum, además es grisáceo y de ojos claros. ¡Es bastante feo! Pero es un gato muy cariñoso y sereno. El caso es que, cuando lo vi por primera vez, me recordó a Gollum, un personaje de una saga (grupo) de películas que le gustaban mucho a Óscar. El Señor de los Anillos se llaman las películas. Óscar y yo las veíamos por nuestro aniversario porque en nuestra primera cita fuimos al cine al estreno de la última película. Por cierto, Óscar es mi exnovio.
Hoy no tengo el abrazo de mis niños, ni de la gente que quiero. Aunque ahora que me está dando el sol, siento su calor y siento como si el mundo me abrazase.
Hasta mañana,
Carla Dioro.

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