EL DIARIO DE CARLA DIORO – CAPITULO 3

23 marzo



La noche anterior, Carla, se sintió sobrepasada y guardó el cuaderno en el primer cajón de la mesa de su despacho. No tenía claro si seguiría escribiendo en él o no, lo que si tenía claro es que Morfeo llamaba a su puerta. Eran las 02:35 a.m. y al día siguiente tenía que madrugar para dar sus clases.
Carla vivía en un pequeño pueblo cercano a la sierra de Ancares, en la comunidad de Castilla y León. Apenas había una docena de niños en el colegio en el que ella impartía clase. Era uno de esos pueblos donde la despoblación había hecho sus estragos. Al tratarse de pocos niños, el conjunto de profesores, en su mayoría, decidieron seguir con las clases por teléfono.
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A la mañana siguiente, Carla estuvo dando sus clases con normalidad. Al finalizar las clases, sintió un escalofrío. El día era álgido y creyó que un buen caldo calentito calmaría un poco esa sensación. Al entrar en la alacena vio que apenas le quedaba una cebolla y dos dientes de ajo. El resto, alimentos no perecederos. Era el momento de visitar a Juacho.
—¡Pero bueno moza! No se te ha visto el pelo, ¿cómo tas?
—Buenos días Juacho, bien. En casa intentando salir lo indispensable, como has notado. — se sonrió —. Y tú ¿cómo va todo?
—Pues aquí, trajinando como tos los días. ¿Qué te pongo moza?
—Pues quería verduras para hacer un caldo o algún puré.
Pos ve diciendo y te voy poniendo ¿si te parece?
El resto de la mañana había transcurrido sin novedad. Ya tenía la compra de la próxima semana y por la tarde preparó la comida de los próximos tres días.
Al llegar la noche, Carla se encontraba aburrida. En la televisión sólo había malas noticias y hoy no tenía ánimo para eso. Tenía la necesidad de hablar con alguien, pero ya era muy tarde para llamar a sus padres, se acostaban pronto y ya estarían dormidos. Fue entonces cuando recordó el diario.

Lunes, 23 de marzo de 2020
Querida Ana,
Sé que ayer me fui sin despedidas, quería disculparme por ello. Como vas a ser mi única compañía, junto con Gollum mi gato, he decidido que durante estos días no tendré en cuenta los pensamientos que se me pasen por la cabeza.
Tenía ganas de hablar con alguien, y al igual que tú con Kitty, yo he pensado en hacer contigo. Confesarte lo que me inquieta y perturba a lo largo de estos días. Pero no todo serán cosas malas, lo prometo.
Hoy he ido a hacer la compra. Nosotros aun no estamos tan mal como lo estabas tú y todavía podemos salir a abastecernos de alimentos. En la televisión se ven muchas noticias al respecto, la gente ha entrado en psicosis y compra como si el mundo se fuera a acabar mañana. Los grandes supermercados se ven barridos. Lo curioso es que lo que más escasea es el papel higiénico, ¡menuda chorrada (tontería)! ¿no crees? ¿Para qué querrán tanto papel higiénico? Habiendo agua y jabón.
Hoy he ido donde Juacho, el dueño de los ultramarinos de mi pueblo. La verdad es que aquí no nos fata lo esencial. Al tratarse de un pueblo pequeño, entre los vecinos se autoabastecen. Pepa y Amalia, tienen dos vacas. Tomás y el propio Juacho, tienen un huerto a pachas (a medias). Raro es el vecino que no tiene gallinas en casa. Por su puesto, de vez en cuando viene algún camión a traer cosas como el tan ansiado papel higiénico, entre otras. Pero en realidad, no se apañan mal aquí.
Sólo espero que la gente deje de comprar tan compulsivamente cosas que realmente no necesita y comiencen a pensar en que el resto de personas también necesitan comprar. Parece ser que cuando entra el pánico, también entra el egoísmo. <<Las cosas malas nunca vienen solas>> que decía mi Yaya (abuela).
Hasta mañana,
Carla Dioro.  

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